OPINIÓN: JJBARREJON
Incesantemente, nos vemos asediados por una inundación de influencias externas que intentan determinar nuestra identidad, una ‘inception’ en rosa brillante, por así decirlo, que es a la vez desigual y desarticulada. El mercado, siempre listo para vender su próxima fantasía, aviva nuestra decepción exagerada con la realidad, promoviendo el deseo de más, de algo diferente, de algo que nunca podríamos lograr por nosotros mismos.
Entra en escena el anuncio comercial de juguetes de larga duración, brillantes y llenos de promesas. Pero, ¿dónde queda nuestra verdadera esencia entre este torbellino de luces brillantes y eslóganes pegadizos? Somos atrapados, recatados e inhibidos en una superficialidad no muy profunda, un mar de falsedad que a menudo se presenta como autenticidad.

No debemos caer en la trampa de vivir relatos que sirven más a las marcas aspiracionales que a una historia sólida. El mundo está lleno de posturas y modas rosas que pueden parecer atractivas, pero que a menudo ocultan una realidad más cruda y menos lustrosa.
La autenticidad y la realidad, aunque a menudo sean más desordenadas, son intrínsecamente más satisfactorias que cualquier fantasía impuesta comercialmente. Hay que cumplir nuestras propias fantasías, las que nacen desde nuestro interior, no las que nos dicta la sociedad. En definitiva, la autenticidad nos llama a desafiar la norma, a ser fieles a nosotros mismos a pesar de las tendencias de moda o los ideales comerciales. No importa cuán brillante sea el rosa, siempre debemos buscar el color de nuestra propia verdad.